5. mar., 2019

Poema, traducciones y making-off

 

En castellano: 

El reloj de la cocina / siguió marcando las horas / tampoco se paró el contador/ aunque tú te fueras/ creció el niño de los vecinos/ se murió el perro/ hubo quien cambió/ de novio de pelo de vida/ o compró ropa/ otros no: / tampoco cambia el eucalipto ni el árbol seco. / Aquel mundo siguió andando / sin permiso ni disculpas/  igual que tú, / entonces. / Ya has tardado en darte cuenta: / no podrás volver a casa/ como mucho, salirle al paso/  a lo largo del camino.

En inglés: 

The clock on your kitchen's wall /went on telling the time/ the meter box didn’t stop either / just because you left / the neighbours’ boy grew up/ their dog died/ some people got / new boyfriends new haircuts new lives/ or bought new clothes/ other didn’t: /neither do eucalyptuses or dead trees get new leaves. / That world kept on moving / without your permission, without apologies / just like you, /then. / It’s high time you realized: / you can never go back home/ at most, you can waylay it / further along the way/. 

 

Este poema nació de una improvisación junto al músico Helios Ruiz León en diciembre de 2014, durante una actuación suya en el local social de la asociación Fábrica Mieres, en la que yo participaba. Helios preguntó si alguien quería colaborar con él en el escenario (por llamarlo así, porque en realidad no había) y yo, que ya llevaba algún tiempo con este tema en la cabeza, me decidí a coger un papel y un boli y garabatear lo que fue el germen de este texto.  Porque es un tema fundamental para mí, y pienso que para muchos asturianos de mi generación, dadas las circunstancias: la ausencia –o presencia intermitente- , la vida que sigue fuera de tu casa y tu lugar y la vida que cada persona lleva aquí y allí, y sus puntos de encuentro y desencuentro. Porque la mía es una generación dislocada, donde las amistades y los lazos familiares tienen que sobrevivir a cientos o miles de kilómetros y curiosamente, quien marcha muchas veces identifica la casa / el lugar de origen como un cronotopo inmutable, una de esas bolas de cristal con un paisaje nevado que solo cambia cuando alguien (ellos) la menean (al ir por allí en vacaciones). Yo he tenido la experiencia de ver gente que, cuando volvía a casa en Navidad o en verano, volvía a la adolescencia; gente que tenía 40 años en Madrid y 18 en Asturies, por la forma de actuar, de divertirse, por las expectativas que tenían sobre los demás. Porque muchas veces la gente que se marcha piensa que sólo ellos cambian, sólo ellos evolucionan y quien se queda (yo fui de las que se quedaron) sigue haciendo lo mismo, en los mismos sitios, pero… No.

Este poema está publicado (junto con otros dos más míos que seguramente terminarán aquí también) en el volumen Degeneración Salvaje. Esta antología la autopublicamos un grupo de autores y autoras, en su mayoría de Asturies (junto con figuras de las que tienen miles de seguidores, como Escandar Algeet o Pablo Benavente), gracias a la iniciativa de Alberto Claver.  Si a alguien le interesa, creo que aún se puede encontrar en librerías como La Llocura de Mieres, o el centro social Sestaferia de Xixón.