Poema interín

1. ago., 2018

Acabo de empezar con el blog y ya he tenido que cambiar las premisas de las que partía, pero sólo ligeramente: para simplificar, he mantenido la propuesta de publicar un poema y un relato al mes; sin embargo, he cambiado la cronología a los días 1 y 15 respectivamente, para hacerlo más operativo (al fin y al cabo todos los meses tienen día 1 y 15).

Aquí tenéis un poema (en asturiano) escrito a finales del curso pasado y publicado este año en el número 34 de la revista Lliteratura (Academia de la Llingua Asturiana, Uviéu, 2018). Está inspirado en mi experiencia como profesora y se lo dedico especialmente a mis compañeros y compañeras (a pesar de que estamos en vacaciones y no deberíamos pensar en estas cosas). Otro día hablaremos de más aspectos de esta nuestra profesión, en la que siempre hay tela que cortar.


Cada añu ye igual:
n’acabando’l branu dante
un vigulín, una caxa d’acuareles,
una foceta,
un manual de chinu
y otru de boxeo
y p’allá vas.
Pasa’l tiempu y de too s’aprende
Asina que, dacuando, yes a conseguir
un ganchu que tumba,
un rayu sol col so correspondiente clarescuru,
un riff memorable
quiciabes un poema con faltes.
Al final quedará eso y non
el güeyu moráu,
les salíes de tonu
los cortes
o les manches na camisa;
nin tampoco los milenta intentos
absurdos
obligaos
por facer falar chinu a un vigulín o pintar
un cuadru con una foceta,
nun digamos ya
desbrozar un camín a puñetazos.
Y too asina pa que
llegáu setiembre
vuelvan venite
esta vez con un tambor,
una llave inglesa,
el diccionariu de wolof
y un sacu grande
de tierra
bueno.

Laura Marcos

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Lecturas Intempestivas: Binti, de Nnedi Okorafor (Ed. Crononauta, 2017)

26. jul., 2018

(Nota previa: me temo que me he enrollado un poquito. Si has entrado aquí solamente buscando la reseña sobre Binti, la encontrarás 6 párrafos más abajo)

Tengo que confesar que el impulso de abrir este blog viene del Festival Celsius 232, en gran parte por los talleres que allí impartieron Gabriella Campbell y Ana G. Duque; pero también por el ambiente tan entusiasta y buenrollero que había. Este año fui por primera vez y la verdad es que para no ser una fanática de la literatura fantástica y de ciencia ficción, sino una lectora ocasional, me lo pasé genial y además volví a casa con un buen par de bolsas llenas de libros.

Mi relación con la literatura de ciencia-ficción es un tanto atípica. De cría había leído La Trilogía de los Trípodes (uno de mis amores adolescentes), pero no recuerdo que me interesase ninguno más. En la biblioteca de la facultad me encontré por casualidad con la ahora celebérrima El cuento de la criada, libro que devoré y me encantó-espeluznó (hay que inventar una palabra para las emociones que produce esa obra: ¿encantuznó?), pero que en aquel momento no identifiqué como perteneciente al género.  El interés renació hará unos 14 años, cuando estando de Erasmus en Leeds me dio por coger una asignatura titulada “Language in Literature”. Se trataba de leer novelas en las que el lenguaje no fuera solamente el vehículo de la trama, sino que en ellas se reflexionara sobre el lenguaje, especialmente la relación lenguaje-percepción y lenguaje-estructuras de poder. Y en la lista de lecturas obligatorias figuraban, por supuesto, varios títulos de ciencia-ficción: 1984 de George Orwell, Native Tongue de Suzette Haden Elguin y el que se convirtió en uno de mis libros favoritos de toditos los tiempos: The Dispossessed, de la grandísima Ursula K. Le Guin. (Inciso: tanto debí de dar la brasa con Ursula K. Le Guin que cuando murió este año me escribió gente como para darme el pésame. True story).

Antes de seguir, quiero aclarar que todo lo que aquí escriba es mi percepción, desde la perspectiva de una “turista literaria”, y aún sabiendo que hay personas muchísimo más expertas que yo para teorizar quiero expresar aquí mi opinión y exponer un poco las cosas que he ido leyendo a lo largo de los años. Así que si alguien tiene algo que puntualizar o me equivoco en alguna cosa, las correcciones son bienvenidas.

Prosigo. Leyendo un poco sobre el tema, parece ser que una de las polémicas vigentes en la ciencia ficción contemporánea es la existencia de diferentes corrientes: una, la que ve el género básicamente como un entretenimiento escapista, con tramas basadas en la acción y en algunos casos de corte militarista y tecnomántico; y otra que utiliza la creación de universos con características diferentes a las nuestras para proyectar en ellos los problemas de nuestra sociedad y reflexionar. Esto es un resumen muy básico y probablemente no hay una separación radical entre ambas corrientes: muchas obras de autores y autoras se encuentran a lo largo de un continuum entre los dos extremos. Sin embargo, a quien lea esto no se le escapará que una tendencia es más tradicional y más popular entre los fans típicos del género (pensad en los tíos de Big Bang Theory o en el dependiente de la tienda de cómics de Los Simpson) y que la otra es más innovadora y más atractiva para escritores y lectores pertenecientes a sectores no hegemónicos del capitalismo heteropatriarcal

Hasta aquí todo bien, ¿no? A cada cual le gusta lo que le gusta y lee por distintas razones. Bueno, sí, en principio, sí. No obstante, y por desgracia, como casi siempre no todo el mundo sabe ser respetuoso con los gustos y las razones de los demás. Así fue que en los últimos años, hubo un sector de fans de la ciencia ficción “clásica” (fundamentalmente hombres, hay que decirlo), que sentían que les estaban “robando” el género. Que la ciencia ficción era para hablar de naves espaciales y  rayos láser y no para que las mujeres y los negros se montaran sus paranoias del mundo al revés. No digamos ya las mujeres negras, hombre, por favor, ¿a quién le interesa eso? Para saber más sobre los Sad Puppies / Rabid Puppies y su fallido intento de secuestrar los premios más importantes del sector podéis leer el artículo Ciencia-ficción, hombres blancos y perritos tristes: la historia de los premios Hugo.

Vuelvo a lo mío, pues: dando una vueltecilla por el Celsius, me encontré con un puesto con un cartel que decía: Literatura de género con perspectiva de género, y con ese presupuesto no iba a ser yo la que se resistiese. Era el stand de  las editoriales andaluzas Crononauta y Triskel, y allí se encontraba como una de las principales atracciones la novela de la que os voy a hablar: Binti, de Nnedi Okorafor, una escritora nacida en Estados Unidos pero de origen nigeriano. En el stand se encontraba Carla Bataller, la traductora de la novela, que fue tan amable de firmarme el libro. Todo el rollazo que os metí previamente viene a cuento porque esta obra viene de ganar los premios Hugo y Nébula y es un ejemplo de afrofuturismo, escrita y protagonizada por mujeres pero que a la vez comparte otros elementos que la sitúan a un lado u otro del continuum que mencionaba antes.

Vamos con la historia: la novela cuenta cómo su protagonista Binti, de 16 años, miembro de la tribu himba de Namibia (famosa por sus “mujeres rojas”, ya que se untan la piel y el pelo de una sustancia arcillosa) decide abandonar su hogar al ser aceptada por una universidad en otro planeta dado su talento para las matemáticas. Esto representa un conflicto para ella por varias razones: su familia no quiere que se separe de ellos, hay muy pocas personas de su origen en otros planetas porque su cultura fomenta el apego a la tierra (como dice una frase preciosa del texto “preferimos explorar el universo viajando hacia el interior en lugar de hacia el exterior”; y por si fuera poco, los khoush, la etnia mayoritaria en el planeta no acaba de considerar a los himba como iguales ni los acepta de buen grado en el ámbito académico.

Con esta premisa podríamos pensar que estamos ante una novela que se inclina hacia la corriente “humanística”, por así decirlo de la ciencia ficción. Pues bien, el tono cambia radicalmente después de las primeras 30 páginas, cuando de repente la historia pega un volantazo al presentarse, de una manera bastante impactante, el enemigo de la humanidad. Pasamos al otro extremo: violencia interespacial. (Prometo no destripar más detalles). Por la edad de la protagonista y otras cosas, la historia toma un rumbo que me recuerda un poco a El juego de Ender, pero no voy a seguir con el argumento, sino que voy a hablar en términos un poquito más generales por aquello de evitar los spoilers.

Cosas que me gustaron:

  • A pesar de algún guiño romántico, lo que mueve a la protagonista en su viaje iniciático es el amor por las matemáticas. Toda una novedad que lo convierte en una lectura inspiradora para adolescentes (sobre todo, para chicas).
  • La historia tiene muchos puntos de interés para reflexionar y comentar, que son tremendamente relevantes en el mundo terrícola de hoy en día, tanto en la esfera personal como en la política: la utilidad de los saberes tradicionales, aún en contextos alejados de su ámbito; la importancia de la identidad, la defensa de la voluntad propia frente a las expectativas familiares, la migración, y sobre todo, el milagro de la comunicación y la empatía frente a la intolerancia y la xenofobia.

Cosas que no me gustaron tanto:

  • A pesar de todo lo que contiene, Binti no deja de ser una novela eminentemente juvenil y a mi se me queda un poco corta en el aspecto literario. Sin embargo, esto puede tener una lectura positiva, en el sentido de que es fácil de leer.
  • Hay ciertos momentos de conflicto que, para mí, se resuelven de una forma que no está muy bien explicada, rozando el Deus Ex Machina. Quizás esto se debe a que esta novela, aunque no lo dice en ningún sitio explícitamente, está pensada para ser la primera de una trilogía y se raciona la información a los lectores y lectoras.

Con todo, creo que está claro que el balance es positivo y Binti es una obra recomendable que conseguirá emocionar a quien sea capaz de ponerse en la piel de su protagonista, si no se lo impiden prejuicios de edad, raza, género o fobia a las matemáticas😉.

Pero.. ¿un blog? ¿Acaso estamos en 2008?

19. jul., 2018

Ayer, cuando presentaba mi página en mis redes sociales, una amiga comentaba que abrir un blog en estos tiempos  de la imagen y los 140 caracteres era un acto de rebeldía... Tengo que admitir que esa era también la impresión que tenía hasta que empecé a leer blogs sobre escritura. Y después recordé la tira de Mauro Entrialgo que ya me había hecho gracia en su momento (2009). 

 Me parece muy acertada esta metáfora. Las redes sociales son los bares del ciberespacio: sitios donde vas a conocer gente, a ver qué hacen tus amigos, a escuchar música, a dejarte ver, a ligar. Hay bares en los que se exponen obras de artistas, donde actúan cantantes e instrumentistas, donde recitan poetas y se hacen performances. Sin embargo, toda esa gente, aunque a veces no lo parezca, tiene casa. No es en el bar donde ensayan, pintan o componen. Siguiendo con la metáfora, en el bar puedes ligar, pero si no tienes un sitio al que llevar a esa persona al final de la noche... 

Por eso me he decidido por la idea del blog como espacio para crear y explorar todo lo que va paralelo al acto de escribir. No voy a inventar la pólvora, y quizás muchos contenidos vayan a rebufo de otros blogs más veteranos en esto. Lo que sí voy a intentar es poner mi propio acento y muy especialmente, aplicarlo al ámbito asturiano y de la literatura en lengua asturiana. Veremos a ver. 

De momento, como decimos en Asturies: afayáivos en mio casa.